¿Y qué vamos a hacer con todo ese deseo que no nos cabe ya dentro?
Que se apolilla en las cajas, como ese traje nuevo que nunca llegamos a estrenar. Ese que conservamos para la ocasión adecuada y que mudan las temporadas y pasa de una caja a otra, de un armario a otro, y nunca lo sacamos a pasear.
¿Y qué vamos a hacer si es tan bonito que aún conserva la ilusión con la que lo descubrimos?
A veces, sin que nadie nos mire, nos lo probamos, observando su caída con curiosidad. Sonrientes y satisfechos lo disfrutamos. Imaginamos poder lucirlo en una fiesta en la que todo sea posible, en la que no haya que pagar por entrar ni arriesgarse al esfuerzo de un roto. Y, descuidados, paseamos los dedos por su tela, un poco desfasada, tal vez.
¿Nos desprendemos de él? ¡Ni locos!
Y lo volvemos a guardar. Recordando que tenemos que olvidarlo, olvidando que no lo queremos guardar.
¿Qué vamos a hacer con todo este deseo que nos queda dentro?
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