Me gusta el gemido con forma de «o« que emitís cuando llorando de hambre y sin esperarlo sentís la tetina del biberón en la boca.
Adoro cómo observais el mundo y contemplais con curiosidad extrema desde la hoja del ficus hasta un paquete de toallitas vacío y arrugado.
Me encanta el sonido roto de vuestras primeras carcajadas, que interrumpís bruscamente, sorprendidas por esa cosquilla que causa la risa en el vientre y en el paladar.
Me asombra la perseverancia y empeño por conseguir llevaros algo a la boca, sea vuestra propia mano, un muñeco o un trozo de tela. Los intentos sin frustración, la lucha sin abandono. Y vuestros pequeños grandes logros.
Me pirro por vuestros balbuceos y las muecas que acompañan a las mías. Y esa sonrisa ¿de admiración? que descubro a veces en vuestros labios cuando os sorprendo embobadas mirando a papá o a mamá.
Me rechifla cuando retirado el biberón seguís succionando levemente, como un eco pequeñito del placer de comer.
Esos instantes son felicidad.
Ojalá pudiera conservar para el resto de vuestra vida la confianza y paz que ahora irradiais cuando, rendidas, os dormís con absoluta entrega entre mis brazos.
No hay nada más bonito que el amor de una madre. Felicidades a tus dos bomboncitos y al pequeñajo ese que está para comérselo.